martes, 6 de diciembre de 2011

Que la vida me guíe hasta el sol











 En enero reservaba los domingos para su amiga la manta y el colacao bien calentito para sentarse en el sillón de al lado de la ventana y leer mientras oía llover, no solía leer libros muy cultos la verdad, sino más bien libros cutres de adolescentes que te llenan la cabeza de mierda, solía decir que lo hacía para integrarse y sentirse una más en el grupo. Después, en el mes de febrero, llegaba la época de reservarse los miércoles, para alimentar su ego, y para subirse el autoestima, que si caprichillo por aquí, que si caprichillo por allá; la verdad es que solo hacía el ritual del miércoles, para que al día siguiente el chico que le gustaba dijese que que guapa estaba. En marzo se llevó el chasco de su vida, y es que él, desapareció de su vida, así que escogió los jueves en los que él la piropeaba para ver películas bonitas y de amor, e, inmediatamente, canceló sus citas consigo misma de los miércoles. Al caer abril llegó la primavera, y con ella, nuevas emociones y experiencias, reservaba los lunes para desconectar con el mundo real, y olvidarse de todo el daño que marzo le había causado. En mayo, bueno... mayo fue otra historia, fue, el mes de su vida, descubrió, rió, lloró, inventó, creó, mintió, sufrió, vivió y dedicó los viernes a su cita semanal con su ego, y con ello, la baja de autoestima que le había dejad abril. Junió se prometió pasarlo en familia, así que todos los domingos de noche, ella cenaba con su familia, aunque solo fuese por recordarle a los vecinos que tenía una.  Julio significaba libertad, significaba no reservarse ningún día para nada, por no saber en que día se vivía, y agosto, agosto fue más de lo mismo, dejó los recuerdos enterrados en la arena, dejando que la marea se ocupase del resto. Terminó agosto y terminó una etapa, había que volver a empezar. Septiembre fue un mes de cambios, un mes de risas, y de algún que otro lloro también; un mes de no hacer nada, puesto que era el inicio de algo, y en los grandes inicios siempre se empieza haciendo cero. A la llega de octubre, llegó un mes de trabajo, trabajaba duro, día tras día, para sacarlo adelante, en octubre se rió de los que no creían en ella en septiembre, y demostró que podía. Noviembre fue un mes de alegrías, puesto que él volvió, y con él, su ritual de los miércoles, y finalmente, diciembre. Diciembre cerró una etapa, cerró la etapa, ahora los lunes desconectaba del mundo, los martes, trabajaba; los miércoles hacía su pequeño ritual; los jueves se pasaba el día esperando el momento en que ellos dos se encontrasen, y el viernes alimentaba su ego a base de piropos delante del espejo. Los sábados, simplemente eran sábados, y los domingos, los dedicaba a su familia, a recordar las cosas morales de la vida.









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J.D. Salinger

Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo